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lunes, 29 de febrero de 2016

Monster Jeremy

... [] Y cuando abrí los ojos tenía delante mío al monstruo.
Y lo miraba a los ojos... él conocía todos mis puntos débiles, y empezó a escupir por su boca palabras que no hacían más que daño en mi.

Sabía que si no estaba preparado perdería algo más que la vida.
Ese monstruo ha ido carcomiendo mi alma en diversas formas, muchas de ellas todavía por descubrir. Es un monstruo invencible del que no puedo escapar y que hace de mí lo que quiere. No hay daño físico, pues eso tan sólo provoca heridas que con el tiempo se curan.
Él sabe dónde hurgar... machaca cada punto interno de mi ser con frases, imágenes, sonidos y olores lapidarios para mi.

Me doblega sin piedad en los momentos más inesperados sin siquiera despeinarse, hace de mí un guiñapo, juega con mis sentimientos como si fuera una marioneta y el un magnífico titiritero...
Pero en esta obra no hay niños a los que hacer reír, no hay más marionetas con las que interactuar, que cuando acaban la función son guardadas en un baúl.
Sólo estoy yo atado a sus garras. Y él se divierte en la habitación de su hogar, mi infierno particular:
Utiliza fragancias que difumina en el ambiente y que yo huelo mientras grito de dolor. Gritos ahogados por el vacío que él mismo provoca y que me impide ver más allá de la oscuridad.

Hasta que llega un momento en que me rebelo. Me giro y lo miro fijamente a los ojos. Inicialmente me meo encima presa del pánico, pues su mirada me penetra impiedosa. Pero le aguanto la mirada y le pregunto: 
"¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Qué razón hay para que hagas de mi vida tu diversión? ¿Por qué no te largas y me dejas vivir en paz?"

Él, casi, sin pestañear, me responde: "Porque está en mi naturaleza... yo no escogí ser así, nací con este cuerpo y esta voz... con estas ideas, 
con este fin. Y créeme que me voy a entregar a él con toda mi alma hasta el fin de tus días []..."

Y según me va hablando y giro mi mirada porque no puedo soportar la suya, me encuentro con un espejo. Lo que veo en ese espejo me paraliza aún más: El monstruo que enfrente mío se encuentra pierde en tamaño, su cuerpo empequeñece y sus garras desaparecen... 
El monstruo que me maneja... soy yo.

Entonces, y sin saber por qué, mi cuerpo se relaja. Ya no hay miedo, hay tristeza, eso sí. Tristeza por saber que aquél ser mezquino que se encuentra enfrente mío y que me maneja a su antojo soy yo, y no se va a ir.
Tristeza por comprobar que de alguna forma u otra, amo a ese ser. 
Y después de mucho hablar, llegamos a un acuerdo: Yo puedo vivir mi vida tranquilo, y él me libera de mis cargas.
A cambio, él aparecerá para torturar mi mente cuando la canción que en el momento del pacto sonaba aparezca.

Y así, sin más, aparecí de nuevo en mi sitio. [] ...


4 comentarios:

  1. Vaya lo que hace nuestra mente con los fantasmas interiores, crea ese temor que paraliza. Cuando lo dejamos salir, lo confrontamos, lo aceptamos,una respiración profunda y lo liberamos. Me quedo en la levedad del Ser!!!!!

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