Siempre que veo determinadas escenas,
no puedo evitar el pararme a pensar, qué pasaría si cada uno de
nosotros copiara ciertos comportamientos, puntuales eso sí, y de
poca repercusión, al parecer.
Me explico. Con tres ejemplos por
supuesto, que es así como mejor se entienden las cosas. Ejemplos
ficticios o reales, da igual. El mensaje se capta de la misma manera.
Fulanito uno, treinta y tantos,
agricultor. De fiesta en su pueblo. Qué bien se lo pasa, qué rico
el cubata, en vaso de plástico, que le ha puesto el camarero
improvisado en el bar de la piscina, ahí al ladito de las tierras de
un conocido, que no se acuerda ni de cómo se llama, o de quién es.
Se acaba la copa, y lanza con precisa
inteligencia el vaso en un bello movimiento parabólico hacia el
interior del terruño. Ahí queda, qué bueno es, qué tipo tiene. Y
a seguir con la marcha.
Fulanito dos, da igual su edad, da
igual su profesión. Andando por la calle con su pareja, en su
ciudad, tranquilamente, vamos a poner por precisar algo más que se
está comiendo una bolsa de Risketos. Después de saborear tan
delicioso manjar, se desprende de la bolsa dejándola caer en algún
punto determinado del asfalto. Y pensando él, que con tan buena
acción el paro bajará, y contratarán a más empleados de la
limpieza.
Fulanito tres, y acabo ya con los
ejemplos. Cuarenta y muchos, de compras en el colmado, de al lado de
la casa de la suegra. Ese colmado al que entra por primera y última
vez. Y esa señora atendiendo amablemente, un sábado por la mañana
cualquiera. Fíjate se dice él, qué maja es, y qué descuidada a la
vez, que cada vez que necesita algo, se baja al almacén, dejando al
cliente ahí mismo, un rato sin atender.
Y claro, entre bajada y bajada,
fulanito se percata de que tiene muchos paquetes de garbanzos
“repes”. Y naturalmente, en una de esas subidas y bajadas uno de
esos “repes” pasan a la bolsa del ansioso de turno, que en un
futuro cercano se vanagloriará con su mujer y su suegra de tamaña
hazaña. Qué más le da si tiene muchos, piensa él.
Se me ocurren muchísimos más, dejo al
lector la imaginación, en los que podemos encontrarnos presenciando
alguna escena que carezca de valor puntual.
Estos comportamientos, tan habituales e
intrínsecos a la naturaleza humana, serían catastróficos si cada
uno de nosotros los ejecutara.
Me recuerda a una campaña sobre la
que se intentó concienciar sobre la problemática del tema en
cuestión, en este caso en el medio ambiente, pero que yo extrapolo a
la sociedad en general: El total es lo que cuenta.
Y a la vez me hace pensar, en cuán
distinta podríamos formar esta sociedad, si estas pequeñas acciones
poco cívicas las transformáramos en pequeñas buenas acciones, para
con el medio ambiente, y el prójimo en general.
Como se podía escuchar a Ellie Arroway
en Contact, la película:
Siempre creí en que el mundo es tal y como cada uno de nosotros hacemos.