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martes, 12 de febrero de 2013

Popurrí de emociones

Qué vida tan rara ésta que nos ha tocado vivir. Y en qué país.
Si uno se para unos minutos a reflexionar, puede llegar a volverse loco de tanto vaivén de sentimientos.

Empezamos por el mundo: Es inevitable estar al corriente de guerras, de algunas guerras, de las que nos cuentan. De catástrofes naturales, también algunas, que no todas son las que salen en los medios, o de la misma manera...
De violaciones, crímenes, asesinatos, ablaciones, muerte, dolor, injusticias, cáncer, hambre, miseria... Vivimos en el mundo que nos han enseñado a vivir, una mezcla curiosa de siglo XXI y edad media, en el que el Papa usa twitter, o pecamos de supersticiosos enviando cadenas anti-martestrece por whatsapp.

Y seguimos por España: Un país con un potencial impresionante, pero que flaquea en lo fundamental. Hemos sabido, más o menos, evolucionar sin autodestruirnos desde la guerra civil hasta hoy día, gracias al esfuerzo de nuestros mayores, que han cuidado (la mayoría) con cariño, sufrimiento y dedicación a nuestros padres, que a su vez han sabido darnos también el cariño que merecemos.

Tenemos el conocimiento, la posibilidad de hacer cosas, grandes o pequeñas, de ver más allá de nuestras narices... pero poco a poco la llama que hace tiempo se encendió se apaga, los políticos se cuentan por corruptos, como los jueces, que permiten que éstos salgan impunes. Por miedo o por poder, por dinero o por odio.
La cifra de gente en el mundo del desempleo cada vez es mayor, y todo el conocimiento que muchos obtuvimos en los colegios, institutos, universidades y en la vida misma se marcha emigrando con nuestros cuerpos, a sitios donde nos cuiden mejor.

Las religiones siguen siendo la gran lacra mundial, que son usadas como arma por los dirigentes para maniatar al pueblo, mientras que la verdadera espiritualidad, la que cree realmente en Buda, Alá o Jesús se evapora entre escombros, miedo y vergüenza.


Sin embargo, a pesar de toda la mierda que llueve cada día, siempre sale el sol: Un sol de esperanza, movido por personas que hacen que la vida merezca la pena, por gente que sin salir en los medios cada día hace de este mundo algo mejor: gente que utiliza sus conocimientos para ayudar a la gente de otros países, de otras ciudades, o al vecino de enfrente.
Esa gente, aunque no numerosa, sostiene los cimientos a los que gracias a ellos el mundo todavía se tiene en pie. Son héroes anónimos: músicos del alma, virtuosos de la caridad, maestros de la esperanza.
Ellos no entienden de religiones, entienden de amar y de respetar, y no se han conformado con contarlo en los medios, o de escribirlo en un blog como hace este humilde servidor. Ellos ya han pasado a la acción.
Ellos me motivan, me ayudan a intentar ser mejor (aunque no lo consiga).
Al perfecto desconocido: gracias por motivarme, gracias por existir y hacer que la existencia de los demás sea mejor, con tu ayuda, el mundo que irremediablemente parece que se va a tomar por culo, da media vuelta y le saca el dedo a la desesperanza.