domingo, 14 de diciembre de 2014

La guerra silenciosa

Obviando el tema real de luchas y conflictos armados que el mundo ha sufrido, sufre y sufrirá, quiero abordar en concreto otro tipo de luchas y conflictos que en una sociedad pacífica (en general) se viven. Y como no me quiero extender demasiado y este blog es más de carácter informal, lo voy a abordar desde mi experiencia personal. Con la intención de que quien me lea se pueda ver reflejado y (quién sabe) sacar alguna conclusión positiva.

El ser humano es un ser luchador por naturaleza. El instinto de supervivencia nos viene de serie mermado, eso sí, por las condiciones en las que nacemos y nos criamos.
Y nuestra primera oportunidad en general suele darse cuando tenemos nuestro primer contacto con el deporte.

Cuando comencé el colegio, salvo por las patadas que dábamos al balón simulando ser jugadores de fútbol, poco más daba de sí la cosa.
Mi niñez fue en la década de los 80, y yo me crié en colegio de frailes. Estos datos los doy para poder meter en un contexto los deportes por los que fui pasando, y de la manera en que los fui pasando:
Comencé haciendo Judo con 8 años y estuve practicándolo durante dos cursos. En dos años sólo recuerdo haber aprendido algo (de las llaves salvo las básicas he olvidado todo): Y es que siempre hay alguien más fuerte que tú. Fue mi primera lección importante.
Hagas lo que hagas, seas lo bueno que seas, no importa: siempre vas a encontrar a alguien que te puede poner en tu sitio, y del que puedes aprender.

Con 10 años me apunté al equipo de atletismo del colegio y estuve un curso. Fue un año muy dispar puesto que nuestro entrenador no fue lo constante que debió ser y la cosa no fue muy a más. Lamentablemente no recuerdo haber aprendido mucho de ese año... Era un niño con poco carácter y bastante enclenque, y estar en un deporte que requería de mucha motivación personal en aquellos momentos no era lo más adecuado para mí.

Al año siguiente el curso de atletismo no siguió y me apunté a algo que ha estado en mayor o menor medida marcando mi vida personal. Hablo de balonmano.

Seguía siendo el mismo enclenque sin carácter. Eso sí, a partir de ahí empecé a aprender que no hay mal alumno sino mal maestro. Resulta que mi carácter no es que no estuviera, es que estaba bien metido en mi interior. He tenido la fortuna de tener entrenadores que de una manera u otra han sabido aprovechar lo bueno que había en mi con respecto al balonmano. Era como una simbiosis invisible: Yo les ofrecía resultados y ellos a cambio forjaban mi carácter.
Durante todos esos años aprendí:
Que las derrotas existen, y que siempre te puedes sobreponer.
Que las victorias, cuanto más trabajadas sean, más se disfrutan al final.
Que el trabajo en equipo es algo que sólo va bien si se alimenta día a día.
Que la mirada del tigre existe.

Y llegó un momento en mi vida en que todas esas enseñanzas las tuve que extrapolar a la vida real, cuando ésta se encargó de darme la mayor hostia que por aquel entonces recibiría: La muerte de un ser querido.

De ahí también aprendí cosas: Que la vida es la batalla más dura que nos toca vivir, y que no importa lo grande y fuerte que seas: Ella te golpea con más dureza que un tsunami. Es nuestro espíritu el que aguanta, y ahí está la clave: aguantar. Aguantar todo lo fuerte que puedas la embestida y seguir avanzando, porque es el espíritu el que mueve nuestros músculos cuando la mente no puede más.

Y llega un punto en mi vida en que deportivamente pareces haber llegado a una cima, a un momento en el que sólo ves desde arriba y que lo único que queda es bajar.
Y es cuando me doy cuenta de que hay más montañas. Llevo casi toda la vida escalando la montaña del balonmano, y aunque estoy satisfecho de haber escalado lo que he escalado, descubrí que escalar otros picos me podían aportar cosas que hasta ahora no necesitaba.

Desde hace un año y algo más o menos he decidido empezar a escalar (hasta donde llegue) el pico de las artes marciales.
Empecé en una actividad de interior de gimnasio que se llama "Body Combat". Aunque el nombre suene muy artificial creo (al menos para mí) que tiene todos los componentes para desarrollar un físico completo, y además con música, que entretiene más.
Gracias a esta actividad he despertado un interés por las artes marciales que tenía hibernando en mi interior, pero que estaba latente desde hace tiempo. He descubierto que en el mundo deportivo de lo más importante que habría que cuidar es la flexibilidad.
Otro punto que llevo aprendido es que cuando haces algo o ves a alguien hacer algo con pasión y dedicación, te produce un torrente de deseo interior por querer dar más de ti mismo y por continuar la lucha, o lo que sea.

Tras haber despertado este sentimiento me decidí a continuar mi aprendizaje de Taichi, que empecé en Valladolid tiempo atrás y que tuve que dejar.
De Taichi llevo aprendido hasta ahora que en la vida hace falta encontrar un equilibrio, no sólo físico sino también mental: La vida en general es taichi (gracias Eva por la aportación, ;)), es un contraste de fuerzas en las que algunas te arrastran y te dejas llevar y otras se acoplan a tu destino.
Vivimos una vida moderna llena de aparatos tecnológicos y queremos cada vez que todo sea más inmediato. Hay que aprender a disfrutar más del momento presente.
Otra enseñanza que me ha dado el Taichi (esta vez de manera indirecta) es que una manera de medir lo mucho que te importa algo es la de saltar los muros que ante ti pone la vida, hasta llegar a ese algo.

Por último y desde hace tres meses he entrado en un grupo de Wing Chun, una forma muy interesante de Kung Fu.
Es un poco pronto para sacar conclusiones y aprendizajes sobre lo mucho que me queda por ver a partir de aquí. Quizás en un tiempo sea buen momento para hacer una continuación de este post.

(Actualización a 6 de abril de 2015: Intentando seguir el principio "hay que focalizar más", dejé el grupo de Wing Chun y me estoy centrando en el Taichi, estilo Yang)

Espero que si has llegado hasta aquí puedas haber compartido algunas de las conclusiones a las que he llegado yo. Y si no es así, por lo menos que te haya hecho pensar un poco acerca de cómo vivimos cada uno de nosotros la vida y de cómo decidimos luchar contra los obstáculos que nos vamos encontrando.



2 comentarios:

  1. Touché;) grandes reflexiones que vienen de vivencias Mariano. Me he sentido identificada muchas veces con lo que comentas de que el espíritu es el que mueve los músculos cuando la mente no puede más.JB

    ResponderEliminar
  2. Creo que en mayor o menor medida todos tenemos vivencias con conclusiones similares, pues somos seres humanos :).

    Muchas gracias por la aportación ;)

    ResponderEliminar